sábado, 29 de abril de 2017

Ser docente.

“El hombre instruido lleva en sí mismo sus riquezas.” (Fedro)

El filósofo griego Aristóteles (384 AC- 322 AC) afirma que “la prueba de saber algo es porque se lo puede enseñar.” Quien enseña ejerce la docencia e interactúa con quien recibe esos saberes. El escritor, político y orador romano Cicerón (106 AC- 43 AC) aconseja: “Si quieres aprender, enseña.”

El ensayista francés Joseph Joubert (1754- 1824) advierte: “Los niños necesitan más modelos que de críticos.” ¿Por qué? Porque al instruir se asume un rol protagónico y coherente con las propias convicciones, valores y creencias. La comunicación empleada exige honradez imtelectual en concordancia con las ideas personales, los gestos y las actitudes para comprender y persuadir sin agredir.


El intelectual estadounidense Howard G. Hendricks (1924-2013) indica: “La enseñanza que deja huella no es la que se hace de cabeza a cabeza, sino de corazón a corazón.” El reconocimiento a ese quehacer no es inmediato pero perdura en quienes lo recuerdan agradecidos por derivar de alguien que supo ser docente.