¿Quién no recuerda a los
educadores que han dejado huella, en su paso por la escuela? Evoco con
afecto al profesor de química, quien con
frecuencia exclamaba: ¡qué dupla! en
referencia a dos elementos, átomos o
moléculas. Pero, irónicamente también cuando advertía nuestra ignorancia,
distracciones o cuchicheos.
¡Qué
dupla! exclamé al confirmar que Marc
Prensky (Nueva York 1946) fue quien acuñó
el término “nativos digitales” a
los nacidos con el auge tecnológico de
la información y de las comunicaciones
y él de “inmigrantes digitales” a los nacidos con anterioridad, haciendo
uso gradual de las mismas.
Los
entendidos comprobaron que las características, destrezas y
habilidades de los “inmigrantes digitales,” difieren
de las que ostentan los “nativos
digitales.” Científicamente se afirma que éstos tienen una configuración
psico-cognitiva diferente. Son asiduos
consumidores de información, música, imágenes
y colores. Están habituados a los esquemas gráficos ilustrativos y
eligen estar comunicados en red. A ellos con acierto les cabe ese apelativo
porque han nacido en la era digital.
En
cambio, “los inmigrantes digitales”
resuelven un problema o
dificultad en base al análisis
deductivo. Ante lo novedoso de un
artefacto, para su funcionamiento,
siguen “paso a paso” lo indicado en su prospecto. Además, les incomoda leer un texto digital y
lo prefieren impreso en papel.
Esto confirma
la existencia de una brecha
generacional y cognitiva, entre los “nativos digitales” y los “inmigrantes
digitales.” Brecha que dejará de ser abismal si los adultos en
general y los adultos mayores en particular, asumen la paciente actitud de
“aprender junto con los jóvenes.” Entonces,
frente a esa postura positiva se podrá exclamar satisfactoriamente
y sin ironía: ¡Qué dupla!