La expresión escrita, a lo largo de la historia, se dio de diversas maneras. Mensajes grabados, a golpes de cincel, se hallaron en la superficie de las piedras. El lápiz surge como una ocurrencia de un carpintero inglés, en el siglo XVII. El plumaje de las aves, que se usó para escribir sobre papel, fue reemplazado por las plumas estilográficas. Éstas tienen una punta metálica, unidas a un mango hueco que contiene tinta. Es una invención, que data de 1827, atribuida al rumano Petrache Poenaru (1799-1875).
El pincel está asociado con la pintura y es válido para garabatear letras, impregnado en óleo, colorante o tinta. Escribir de manera ordenada, con armonía y proporción, hace a la caligrafía. El diseñador tipográfico alemán, maestro calígrafo, Hermann Zapf (1918-2015) afirma: “La caligrafía es el medio expresivo más íntimo, privado y espontáneo. Como una huella digital o una voz, es única para cada persona.”
El dramaturgo británico Oscar Wilde (1854-1900) atestigua: “No existen más que dos reglas para escribir: Tener algo que decir y decirlo,” Es entonces cuando adquiere poder la ingenua e inocente lapicera.