“A buen entendedor pocas palabras bastan.” (Refrán)
La esencia de los mensajes está en la intención de quien las trasmiten. Quien las expresa se hace responsable porque afectan a quien los recibe. Muchas veces ocurre que “hablando se entiende la gente.”
Hay expresiones enunciadas con aprecio pero otras no. ¿Por qué? Porque “cada uno habla como quien es.”
¿Quién no ha sufrido hostigamientos, acosos, burlas u ofensas varias? Son actitudes desagradables que se incrustan en uno y son difíciles de sobrellevar. Ante las injurias conviene la mesura y recordar que “a palabras necias oídos sordos.”
El escritor argentino José Hernández (1834-1886) pone en boca de Martín fierro, un gaucho perseguido, esta advertencia: “Pido a todos que no olviden lo que les voy a decir: En la escuela del sufrir he tomado mis lecciones, y hecho muchas reflexiones.”
El poeta libanés Kahlil Gibran (1883-1931) indica que: “Del sufrimiento surgen las almas más fuertes. Los caracteres más sólidos están plagados de cicatrices.”
El saber resistir la adversidad se lo conoce como resiliencia. Es la actitud por la cual se procede con serenidad y prudencia para no sucumbir ante una aflicción. El soportar así las afrentas es el mejor argumento que surge detrás de las palabras.