miércoles, 25 de enero de 2012

Intención y realidad.

¿Podemos afirmar que todo acto humano está ordenado a conseguir una determinada finalidad?

La respuesta afirmativa se basa en un dicho latino cuya traducción dice: “todo aquel que procede en su accionar lo hace por un fin.” No hay lugar para lo casual cuando alguien en su intento alcanza lo pretendido.

Todo aquello que uno proyecta alcanzar, es lo que se intenta y recibe el nombre de intención. La sabiduría popular afirma categóricamente: “lo que vale es la intención.”

Un mensaje verbal, como producción intelectual, puede ser interpretado subjetivamente por quien lo recibe u objetivamente si capta la intención correcta de su autor.

Para que no se le adjudique mendacidad o error al autor de un determinado mensaje, tiene que proceder bien y su intención estar en consonancia con el medio a emplear que, siempre ha de ser bueno. Lo contrario, aunque nunca lo dijo, se le atribuye a Maquiavelo (1469-1527) por sus ideas.

El argumento ético que pregona: “el fin no justifica los medios,” se fundamenta en que la búsqueda de un determinado fin (intención) si es bueno no corresponde en su correcto proceder utilizar medios no buenos o incorrectos, para obtenerlo. La buena intención ha de ser buena y ha de reflejarse en la realidad con claridad de expresión.

Cuánta razón tenía Galileo Galilei al sentenciar que: “Hablar oscuramente lo sabe hacer cualquiera, con claridad lo hacen muy pocos.”