jueves, 27 de noviembre de 2014

La encrucijada de un desprecio


“Quien no comprende una mirada, tampoco comprenderá una larga explicación.”
(Proverbio árabe) 

El vocablo “encrucijada” indica el lugar donde se cruzan dos o más caminos. En sentido figurado, alude a la decisión que se prefiere ante una alternativa. Es un dilema.

¿Quién no ha sufrido ofensas, burlas y hostigamientos? Frente a eso, la mejor estrategia es ahondar en la comprensión de uno mismo y en la de los demás, para alentar el respeto y la autoestima. Esa instancia favorece el conocimiento y la empatía en base al proverbio que dice: “Nadie da lo que no tiene.” 

La naturaleza humana en su esencia es igual en todos los hombres. Ellos se distinguen entre sí por la herencia biológica, el carácter adquirido, la personalidad exhibida, la influencia de la geografía, de la historia, de la cultura, de la educación, de los usos y de las costumbres. La superación de los prejuicios ha de ser motivo de integración y de unidad en la diversidad. 

El patrimonio de un pueblo radica en la calidad de su gente. Se podrá carecer de bienes materiales pero abundar en buenos sentimientos y sinceros afectos, o viceversa. Cualidades difíciles de ocultar porque “la cara es el espejo del alma, y los ojos confiesan en silencio los secretos del corazón.” (San Jerónimo) 

Cuando uno se encuentra en “la encrucijada de un desprecio,” ¿qué hacer? No hay recetas infalibles, pero lo más beneficioso es no encerrarse en sí mismo, dialogar en armonía, ser prudente y escuchar un buen consejo.

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