miércoles, 29 de abril de 2015

Subordinación sin valor.



“El poder conseguido por medios culpables nunca se ejercitó en buenos propósitos.” (Tácito.) 

El agravio es una contrariedad que se puede sobrellevar pero no avalar porque es violencia, cualquiera sea su género. La dependencia económica o laboral somete al agredido a una sumisión nociva. Contexto que se agrava si existe una resignación afectiva invadida por el temor y la vergüenza. Un cómplice nefasto, ayudado por la autoestima alicaída, es el silencio asociado al sentimiento de culpa. 

Es endeble aferrarse a la ingenua esperanza de creer que, con el tiempo, todo cambiará para bien porque el ofensor dio muestras de enmienda. Menos aún si argumenta “porque te quiero te aporreo” y se atrevió a agredir físicamente. 

Hay que desechar las ideas que incitan o exaltan actitudes machistas a través de la literatura o ritmos musicales. Una muestra de eso, entre las tantas que hay, lo tenemos en uno de los tangos escrito por Celedonio Flores (1896-1947) quien dice: “Te quiero como a mi madre, pero me sobra bravura pa´ hacerte saltar pa´arriba cuando me entres a fallar.” Siendo esta última idea la que le da el título a esa canción. 

El brindar el merecido respeto al prójimo ayuda al cotidiano existir. Es un logro importante solucionar los malos entendidos y las ofensas, con actitudes y argumentos pacíficos, sin violencia física o verbal. Además, si es necesario, requerir la ayuda de un profesional para eliminar el sometimiento a algo o a alguien, en pos de una sana convivencia y soslayar una subordinación sin valor.

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