lunes, 28 de diciembre de 2015

Convertirse en calabaza



“El comportamiento es un espejo en el cual cada uno muestra su imagen”. (Goethe)


La calabacera se cultiva en regiones húmedas y cálidas. Es una hortaliza cuyo fruto comestible es la calabaza que varía en su forma, color o tamaño y guarda una pulpa compacta, de color amarillo con abundante semillas.

El francés Charles Perrault (1628-1703) dejó por escrito las versiones orales de los cuentos infantiles de su época: Pulgarcito, Caperucita Roja, Barba Azul, el Gato con Botas, la Bella Durmiente y Cenicienta entre otros.

En la narración de la Cenicienta, su hada madrina es quien transforma, con su varita mágica, el vestido y el entorno de su ahijada, convirtiendo en un suntuoso carruaje a una simple calabaza para que pudiera llegar al palacio real donde se hacía un baile de gala. Pero, como condición le impuso que regresara a media noche, antes de que el reloj diera las doce campanadas. Esa imposición respondía al tiempo en el cual la carroza perdería su encanto para ser lo que era antes: una calabaza.

El político italiano Nicolás Maquiavelo (1469-1527) afirma que “pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos.” El vehículo de Cenicienta, al perder su apariencia, retornó a ser el fruto de una cucurbitácea.

El recordado periodista deportivo Carlos Alfredo Juvenal (1943-1996) alegaba que “la integridad del hombre se mide por su conducta, no por sus profesiones.” Con el andar del tiempo uno muestra su personalidad sin apariencias o encantos con el riesgo de convertirse en calabaza.