domingo, 26 de febrero de 2017

Esa vocecita.

 

“La conciencia es, a la vez, testigo, fiscal y juez.” (Refrán) 

Esa vocecita interior que juzga la conducta individual, susurrando el dictamen correcto o no de ese proceder, es la conciencia. Su honestidad se sustenta en “hacer el bien y evitar el mal.” Sus exigencias son su razón de ser enclavadas en la responsabilidad de cada uno.

El madrileño José Ortega y Gasset (1883-1955) al decir que “yo soy y mi circunstancia” alude a las adaptaciones que uno ha de asumir como persona sin estropear su correcto accionar. 

El jurista romano Marco Tulio Cicerón (106 AC -43 AC) con energía solía señalar: “Mi conciencia tiene para mí más peso que la opinión de todo el mundo.” 

El académico Voltaire, nacido en Francia, (1694-1778) fue hostil a toda manifestación religiosa, pero defendió la tolerancia y la buena conciencia. Como filósofo afirma: “A los poderosos arrastrados por los placeres les falta tiempo para tener conciencia y en cuanto al pueblo, tampoco la tiene cuando se trata de ganar dinero.” 

El escritor francés Jean Paul Sartre (1905-1980), quien en l964 rechazó el Premio Nobles de Literatura, desde su ateísmo asevera que “la conciencia sólo puede existir de una manera, y es teniendo conciencia de que existe.”. 

A pesar de ser algo tan personal y perceptible tiene su importancia y trascendencia esa vocecita.