“Para gustos, los colores.” (Refrán)
Cada uno tiene sus preferencias, es una realidad, aunque no todos coincidan con ellas. Eso también acontece con los colores, según quien los aprecie. En algunas tradiciones el color violeta lo relacionan con el amor, la fidelidad, la humildad y la nobleza, entre otras valoraciones. La flor de ese nombre se distingue por el matiz original de sus pétalos. Por el año 500 a C ya se la estimaba en la antigua Grecia. El emperador francés Napoleón Bonaparte (1769-1821) cubrió con ellas la tumba de su esposa Josefina.
En un florero o en un jardín, se distinguen por su coloración. Se cultivan fácilmente. En la tradición cristiana se la considera como un distintivo de humildad y del amor eterno, asociada al deseo de perdurar en el tiempo. La escritora estadunidense Cora Linn Daniels (1852-1934) recuerda: “En los países muy dispersos aún sobrevive la superstición de que soñar con la violeta trae buena suerte.”
Se dice que las flores expresan sentimientos, es una creencia que viene de Oriente. Ellas con el tiempo disipan el aroma, el color y la forma, dato que el refrán confirma: “No hay flor que no pierda su olor.” Esa circunstancia destaca el deterioro de la naturaleza. Aunque, se le atribuye una energía espiritual al color violeta.