jueves, 24 de mayo de 2012

¿Sólo la intención?


   “El corazón sereno encuentra puro todo cuanto puede acontecer.”

                         (Rainer María Rilke. Praga 1875- Suiza 1926



Esta afirmación trasluce  la  personalidad  de  quien  manifiesta  sus apreciaciones y condice con la frase, tantas veces escuchada: “lo que vale es la intención.” 

 ¿Sólo la intención? 

Esta pregunta dubitativa merece una reflexión y análisis.
La conducta individual o  social,  pública o privada, depara sorpresas. Entonces, es significativo lo  atribuido a un  refrán ruso: “todos tenemos derecho a equivocarnos pero la obligación de corregirnos.” Es una  valoración de  los aciertos y errores, propios o ajenos.
El proceder humano se vale de intenciones para  conquistar lo que desea. Intenta apoderarse de lo que amerita en sí mismo bondad porque  produce un “estar bien,”  un “bienestar” real que no ha de ser aparente. Al caso se dice que: “las apariencias engañan.”
Si la intención es buena, irreprochable, incorruptible, se suma a la finalidad a conquistar que ha de ser de igual modo.
Pero, como “del dicho al hecho hay un largo trecho,” ese camino por recorrer depende del medio a emplear, que también   ha de ser bueno, como consecuencia coherente  que disipa dudas  y  contradicciones. 
El  proceder según la intención, el medio y la finalidad,  constituyen  la tríada compacta  del buen obrar. De ahí  que no cabe la negación del principio que afirma: “el fin no justifica los medios.” Lo contrario es atribuido al estadista Nicolás Maquiavelo. (1469-1527)
La obtención de un fin, determinado por la intención, requiere de medios para logarlo.
Si  es bueno el fin, exige  que los medios a emplear también lo sean, al igual que la intención, porque ella sola no es suficiente   para proceder bien. Explicación que esclarece  la duda: ¿Sólo la intención?